Ojalá que estés gozando de tu sábado noche, María Tengoku, que tu belleza esté resplandeciente; tu gran sonrisa, luminosa; tus profundos ojos, brillantes; todo tu ser, fascinante y arrebatador, como así es, como yo lo conocí y como estoy seguro de que aún es.
Aunque no quieras saber nada de mí, aunque no quieras responderme ya a nada, yo te deseo todo lo mejor, deseo verte así de fuerte y de hermosa, que te sientas muy bien, que estés feliz o que, al menos, tengas algunos pequeños grandes momentos de gran felicidad y de disfrute. Yo sé que sigues siendo así, pero, al menos, a mí, no quieres mostrármelo. Que Dios os guarde y cuide a todos los tuyos y a ti, María Tengoku, bendita seas siempre y feliz día del Señor tengas.
Probaré a intentar verte mañana, de lejos, con 200 personas en medio. ¿Estarás? Mañana lo sabré.