Que vaya muy bien este día 27 de noviembre para los tuyos, María, porque ya, por lo que a mí respecta, ha perdido la importancia que tenía. Ya sé que no volveré a ser tu compañero, ni tú volverás a acompañarme nunca o, al menos, sentarte a mi lado, como aquel día 27. Ya me resigno a que todo está perdido, a que cayeron todos los puentes y posibilidades; ya no pienso, como antes, que me gustaría tener varias vidas más para poder conquistarte, cuando en menos de dos años he perdido el cariño o el aprecio que me tenías.
Cruda realidad, amarga pena, tristeza real. Hay que seguir caminando en la vida. Espero que, al menos a ti, te vaya bien, y que sea un magnífico día para los tuyos y para ti, María, bendita seas siempre.