Desde finales octubre (hace un par de meses), no todos los días, pero sí alrededor de una o dos veces en semana, me siento en aquel lugar en que mi vida cambió emocionalmente. Ya no están las sillas que estaban entonces; ahora hay bancos de madera. Ya la pared que servía para proyectar, está decorada. Sólo las paredes y el suelo se mantienen, porque el techo también cambió. Como cambió tu actitud hacia mí desde aquel tiempo; como cambió la forma de verte yo, de tratar de huir de ti, hasta caer rendido a tus pies.
Todo cambió y, sin embargo, a veces, me siento allí, esperándote, por si tu corazón vuelve a apiadarse de mí, aunque sea algo imposible. Bendito sea aquel 27 de abril de 2008, bendito sea aquel día en que cambió mi vida aquel día, bendita seas tú, María, en todo tu universo, de belleza, de oscuridad, de lógica, de locura, de sencillez, de cosas incomprensibles, de sueños, de pesadillas, de sonrisas, de amargura, de libertad, de rutinas, de ilusiones, de fracasos...