Aún me sigo preguntando qué te lleva ahí; qué haces allí si, realmente, aquello no te importa, ni lo vives. No lo niego, me encanta esa mezcla de fantasía y realidad: la realidad eres tú, que eres una persona; la fantasía es la extrañeza de poder verte, en un lugar del que se fueron todos los tuyos y sólo quedaste tú. Y aún sigues ahí.
Puedo verte, puedo ver tu hermosura, puedo verte en tu mundo, en tu universo. Estás, pero, a la vez, no estás. Como cuando habló el seminarista, al final, y tú estabas leyendo y medio ensayando, pues hasta, mientras estaba sentada, te veía mover las manos. No te entiendo, no te comprendo y, sin embargo, te quiero como si todo tuviera sentido, como si todo fuera una única verdad, porque tú estás presente.
No fuiste a comulgar y, eso, en tus palabras, significa que ya lo has hecho antes, en la misa anterior. Qué cosas, llevas aquí algo más de dos horas. ¿Qué te lleva a estar tanto tiempo en el templo? ¿Cómo es posible?
Y a veces, te veía agachar la cabeza hacia tus papeles; extrañamente, no sé si mi vista me engaña, veo esos rizos tan tuyos, tan fuertes y potentes, como si no hubieran pasado 15 años. Como si tú siguieras siendo plenamente tú misma.
Me río conmigo. Por un momento, veo una chica que se parece a ti... Te busco hasta sabiendo que tú estás allí: la única, la auténtica, la fascinante. Creo que te vuelvo a echar de menos, como antes de 2021. Ciertamente, mi pasión por ti se ha venido abajo; no sé si se ha vuelto a dormir. No me late exageradamente el corazón, creo que no quiere sufrir inútilmente. El sentimiento de agradecimiento impera en mí, pues me has demostrado lo que verdaderamente soy: Nada. Y sin embargo, está claro que no has querido hacerme daño, porque me lo podrías haber hecho (y aún puedes), y muchísimo.
No sé, María Tengoku, me resulta increíble que aún pueda verte. Al menos, tengo la seguridad en mí mismo de que no me acercaré a ti, si no eres tú la que me lo pides. No me importa esa pena, esa tristeza, esa amargura; comprendo que es así la vida y que, eso sí, yo no te voy a hacer daño por querer hacértelo. Aunque mis palabras y mis actos se puedan malinterpretar, sé que soy y que procuro ser una buena persona, amable, gentil, cortés y honrado.
Ya sólo me queda el templo. Ojalá que te vuelvas a animar a compartir fotos tuyas en tus redes sociales, para poder verte algo más.
En fin, que tengas una estupenda semana nueva, que Dios os guarde y proteja a todos los tuyos y a ti, María Tengoku, bendita seas siempre.