Yo ya no soy merecedor de tus abrazos, ya he perdido ese privilegio. Qué le vamos a hacer, así es la vida. Los echaré mucho de menos; los echaré de menos toda mi vida. Es lo que hay.
El único consuelo que me queda es seguirte escribiendo a final de mes, porque sólo me queda ese comodín, "agarrarme a ese clavo ardiendo", de que tú, ni por escrito ni de forma oral, me has prohibido comunicarme contigo.
Ya queda poco, ya queda menos. Que Dios os guarde y cuide a todos los tuyos y a ti, María Tengoku, bendita seas siempre.