Ya no podré conocer tu cuerpo; ya no podré reconocer tu sonrisa.
Ya no podré saber si ríes, si estás contenta, si estás alegre, si sufres, si lo pasas mal o si lloras.
Ya no podré pensar en qué estarás pensando tú.
Ya no podré reconocer tu mirada, ya no podré reconocer tu sonrisa.
Ya no sabré cómo son tus labios, ya no podré sentir tu boca.
Ya no podré sentirte, ya no podré tenerte.
Ya no podré seguirte conociendo, María.
Ojalá, y aunque yo no lo sepa, seas muy feliz, María.