viernes, 27 de diciembre de 2024

Que seas muy feliz...

Hace dos días y medio, la pasada nochebuena, te envié un mensaje vía correo electrónico, sencillo y breve, sólo para desearte que seas muy feliz en el próximo año.

Me acuerdo tanto de esa última vez contigo, hace dos años, llevándote en la Nochebuena de 2022...

En fin, optaste por la indiferencia, razonable y lógicamente; gracias porque, en el 2021, me escribiste que me tenías cariño y aprecio. Pero lejos de lograr que lo aumentaras, hice que lo perdieras. Así es mi vida, ya estoy cansado. Nunca verás estas líneas, porque sólo te las mostraría si quisieras que volviera a ser algo en tu vida... Pero la indiferencia es el verdadero y único enemigo del amor, porque hasta el odio significa sentir algo. La indiferencia es que no sientes nada. Pero entiendo y comprendo que sea lo que te pasa conmigo. Lo entiendo.

En cualquier caso, y como me repito una y otra vez, que seas tú muy feliz, María.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Sentado allí, esperándote...

Desde finales octubre (hace un par de meses), no todos los días, pero sí alrededor de una o dos veces en semana, me siento en aquel lugar en que mi vida cambió emocionalmente. Ya no están las sillas que estaban entonces; ahora hay bancos de madera. Ya la pared que servía para proyectar, está decorada. Sólo las paredes y el suelo se mantienen, porque el techo también cambió. Como cambió tu actitud hacia mí desde aquel tiempo; como cambió la forma de verte yo, de tratar de huir de ti, hasta caer rendido a tus pies.

Todo cambió y, sin embargo, a veces, me siento allí, esperándote, por si tu corazón vuelve a apiadarse de mí, aunque sea algo imposible. Bendito sea aquel 27 de abril de 2008, bendito sea aquel día en que cambió mi vida aquel día, bendita seas tú, María, en todo tu universo, de belleza, de oscuridad, de lógica, de locura, de sencillez, de cosas incomprensibles, de sueños, de pesadillas, de sonrisas, de amargura, de libertad, de rutinas, de ilusiones, de fracasos...

sábado, 7 de diciembre de 2024

Esa bendita cara...

Yendo hoy en el vagón, me fijaba en un amigo varón, voluminoso, que iba acompañado de alguna amiga suya, hasta verlo salir del vagón. Y cuando subía por la escalera mecánica, me fijé un instante en las dos personas que llevaba detrás y me dije “esa cara”... Esos ojos, esas gafas, ese pelo... Casi al 99%, aseguraría que eras tú, aunque llevaras la capucha puesta. Además, ibas acompañada por un varón de tu edad también con gafas.

Esa cara... Y aquella era tu estación.

El estremecimiento que he sentido en todo mi ser me dice que esta vez no me equivoco, como sí me pasa otras veces, por esa necesidad de verte, de sentirte, de saber de ti.

Que seas muy feliz, María, que estés muy feliz y que te sientas muy bien. Que Dios te guarde y cuide. Nunca me acercaré a ti, si tú no me llamas; y aun así, nunca te hablaré, si tú no te diriges a mí primero.

Dios te bendiga

A pesar de mi confianza en Dios, a pesar de mis oraciones, de mis esfuerzos, no pudo ser. Allí estabas tú. Y ya estaba avisado de que estuvi...